Palabras Impresas
Faltan menos de 500 días
Buenos Aires, 20 de abril de 2014 - La presentación pública del acuerdo ya bautizado como Frente Amplio Unen (FAU) incorpora de pleno derecho un protagonista decisivo al damero político argentino, de cara a las elecciones presidenciales del 25 de octubre de 2015.
Entre el acto de este martes 22 en el teatro Broadway de Buenos Aires y esos comicios quedan 488 días. Son lo que faltan para que culmine el extendido período de la hegemonía kirchnerista, instalada desde el 25 de mayo de 2003. Visiblemente diferente de la Alianza, configurada a fines de los años ’90 para dar la batalla política a otra dilatada dominación peronista, la de Menem, de julio de 1989 a diciembre de 1999, el acuerdo FAU no es una coalición de partidos formalmente asociados, tal como lo hicieron la Unión Cívica Radical y el Frepaso en 1997. Esta asociación de fuerzas es una exaltación de la necesidad, no un arreglo de urgencias electorales de corto plazo. Posicionado en situación expectante en un escenario al que ya se han subido los peronismos y el desarrollismo republicano, lo que se inaugura en pocas horas ha sido denominado de maneras muy aproximativas. ¿Progresismo? ¿Centro izquierda? ¿Acuerdo radical-socialista con aliados menores? No son inexactitudes gruesas, pero no definen los confines precisos de este espacio. El Frente Amplio Unen se determina a sí mismo por sus vigas dominantes, todas las cuales predican la convergencia en el contexto de las divergencias. Pero, ¿cuáles son las discrepancias sustanciales entre radicales, socialistas, Coalición Cívica, GEN, Proyecto Sur, Libres del Sur (LdS) y juecistas? Van a disputar un lugar importante en las presidenciales, ante una sociedad que ya sabe que esas elecciones es muy poco probable que se decidan en primera vuelta.
DEFINICION ESPINOSA
No importa quien asuma la representación de la continuidad del kirchnerismo, es evidente que las posibilidades de un triunfo que evite el balotaje son pequeñas. Esto es así por dos razones. A diferencia de 2011, cuando el 54,11% de Cristina Kirchner fue seguido por el 16.81% de Hermes Binner, una distancia así es, al menos hoy, impensable. En la Argentina para evitar el balotaje, el primero debe lograr el 40% pero, además, sacarle más de 10 puntos al segundo. Con la emergencia del peronismo massista, ese resultado se complejiza. Ni hablar de la mitad más uno, de un saque y sin vueltas. Son, por tanto, unas elecciones de reagrupamiento y resuello. Tras ellas, debería darse la vuelta final, ésa en la cual los herederos de los once años kirchneristas piensan abroquelarse con un porcentaje de votos que les permita moverse con mucha y gravitante presencia entre 2015 y 2019. El acuerdo radical-socialista define, con el agregado de la presencia interesante de los socios menos dominantes, un protagonista recurrente del debate político nacional. Son la encarnación de un progresismo social que no renuncia a los elementos definitorios de la república democrática. Son fuerzas que si bien están lejos de estigmatizar al mercado y el sistema capitalista, predican un fuerte componente estatal. Hay retazos de este FAU que exhiben incluso una explícita simpatía por el primer peronismo híper estatista de los años ‘40. Es el caso de Pino Solanas y su Proyecto Sur, quien jamás ocultó su ostensible simpatía por la figura y las políticas de Hugo Chávez. Pero, quien fuera la gran aliada de Solanas en las elecciones de 2013 en la ciudad de Buenos Aires, Elisa Carrió, nunca se ha sentido atraída por modelos nacional-populares y, por el contrario, se define como una cruzada contra los estatismos, inexorablemente empapados de la inoxidable corrupción de las burocracias públicas.
COALICIONES POSIBLES
En verdad, lo que definen los desenlaces electorales son las coaliciones reales que se dan en el seno de la sociedad civil. El país ha tenido en esta materia seis experiencias. La de octubre de 1983 con Alfonsín fue la victoria de un pacto explícito en términos de paz, libertad y justicia. La de 1999 con Menem fue elegir un rumbo económico social definido por gruesos avances salariales. La de 1995, de nuevo con Menem, fue una definición a favor de las privatizaciones, la desregulación de la economía y la alianza con los Estados Unidos. La coalición triunfante de 1999, la Alianza, encuadró a una mayoría que quería continuidad con cambios pequeños y eliminación de los trazos más gruesos de la corrupción menemista. Las últimas dos coaliciones sociales fueron las de 2007 y 2011, en ambos casos, tras la figura de Cristina Kirchner. En la de 2007 se votó por preservar el rumbo, pero con fuertes cambios políticos, incluyendo pluralidad y diálogo (el radical Julio Cobos como vicepresidente simbolizaba eso). Lo de 2011 fue un voto masivamente decidido por el bolsillo: consumo fuerte, planes para todos, distribución de hecho mediante tarifas absurdamente baratas, dólar barato, retórica ideológica y sociológica “progre”. ¿Se entrevé en la Argentina de 2014/2015 los rudimentos de una nueva coalición mayoritaria? La respuesta es negativa si la pregunta alude al escenario electoral del país total. En distritos grandes y/o significativos (Córdoba, Santa Fe, Mendoza, Ciudad de Buenos Aires) el kirchnerismo perdió y seguirá perdiendo. Pero el resultado nacional depende de la provincia de Buenos Aires, un país dentro de otro, donde el oficialismo debería revalidar un triunfo lo suficientemente imponente como para inclinar drásticamente el desenlace. Esa “coalición mayoritaria” es la apuesta a la que se proyectan quienes pasado mañana arrancan la carrera a octubre de 2015. Son fuerzas que estuvieron en el gobierno nacional de 1983 a 1989 y de 1999 a 2001, aun cuando en este último tramo la flor y nata del desaparecido Frepaso se trasmutó en kirchnerismo de pura cepa.
MATEMATICA COMPLICADA
En la foto de 2011, cuando votó el 79,38% de los 28.918.335 electores, Cristina obtuvo 11.865.055 de votos, mientras que tres fuerzas que ahora se agrupan, el Frente Amplio Progresista (Partido Socialista y aliados), con 3.684.970, la Unión para el Desarrollo Social (UCR y aliados) con 2.443.016, y Coalición Cívica–ARI, con 399.685, sumaron el 29.77%, casi 6,5 millones de votos. Los peronismos no kirchneristas (Rodríguez Saá y Duhalde) sumaron el 13.82%. Estos tres vectores expresan el 98 por ciento de la masa electoral. ¿Foto vieja y totalmente desactualizada? Riesgoso afirmarlo. El proyecto de Massa, encarnar una especie de kirchnerismo prolijo, supuestamente degradado desde la muerte de Kirchner en 2010, picotea de donde puede, incluyendo ex radicales, “lilitos”, ex menemistas y hasta ex kirchneristas, cuya figura más emblemática es el persistente Alberto Fernández. ¿Cuánto podría mordisquear Massa de aquellos 54% de Cristina y 30% del centro izquierda, para sumarlos a su teórica base de aquel 14% del peronismo no kirchnerista? Dos años más tarde, en octubre de 2013, Massa y su llamado Frente Renovador, amasaron casi el 43.95% de los votos en la provincia de Buenos Aires (3.943.056), mientras que el Gobierno se contrajo al 32.33% (2.900.494). ¿Qué proyección tiene ese millón de votos a favor de Massa pensando en los escenarios de 2015? La respuesta es imposible, pero la hasta ahora deslumbrante corrida hacia adelante del ¿ex? intendente de Tigre podría tropezar con algunas realidades mucho más ingratas. Si el massismo no consigue hincarle los dientes a los tobillos de los radicales en distritos importantes, su horizonte de crecimiento muta en algo bastante incierto.
PROTAGONISTA INESPERADO
En este punto irrumpe la variable Macri, encarnación de un desarrollismo reformista y republicano (llamarlo “neoliberal” o “de derecha” es una muestra de grotesca senilidad ideológica). El jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires disputa variados electorados y él también procura una coalición a la que pueda atraer rebaños hoy distantes. En la perspectiva de una segunda vuelta electoral, por ejemplo, no es para nada inimaginable una convergencia implícita entre el FAU y PRO. Hoy sigue apareciendo como quimera, entre otras razones porque la “izquierda” del FAU (Solanas, Libres del Sur) no estaría tan disponible. Pero conviene aclarar que el FAU reposa sobre todo en el entendimiento radical-socialista y en la presencias de fuerte poder simbólico que aportan Elisa Carrió, Margarita Stolbizer y Martín Lousteau. El acuerdo que pasado mañana ve la luz pública en Buenos Aires lleva la misión de superar el recuerdo ominoso de la Alianza, que capotó hace ya 13 años. Pero cuando el kirchnerismo se llenó de “aliancistas” ex frepasistas, nada raro pasó, como lo demuestra la presencia de notorios integrantes del equipo de De la Rúa en los gobiernos desde 2003 en adelante. El impostado descrédito de la Alianza es muy virulento en las falanges políticamente más alineadas pero a nivel social genera más indiferencia que odio. El país se va encaminando a grandes decisiones. Serán meses inciertos los de 2014, pero el perfume electoral ya se insinúa. Si es que en 2015 la Argentina se ofrecerá a sí misma una alternancia, tal desenlace deberá despojarse de muchas mezquindades, insufribles miopías y vergonzosas vanidades.
© Pepe Eliaschev
Publicado en Diario El Día