¿Firmaron los argentinos un cheque en blanco?
Buenos Aires, 20 de agosto de 2011 - Por de pronto, corresponde poner en claro una cuestión de perspectivas.
Los acontecimientos tienen un valor intrínseco, pero también es cierto que a menudo el contexto en el que se han desarrollado, los alcances y sobre todo sus perspectivas, modifican lo que pueden ser conclusiones un poco apresuradas, un poquito inmediatas.
Se ha producido un triunfo político del Gobierno de características rotundas, esto es algo innegable, indiscutible. Nadie lo ha negado.
Se ha producido, en segundo lugar, una concurrencia masiva a los comicios. Algo que desmiente lo que algunos, como quien les habla, pronosticaban. Yo no había imaginado un ausentismo masivo, pero tenía la percepción de que las elecciones primarias se habían desnaturalizado y no provocaban entusiasmo. Me equivoqué, es legítimo e hidalgo reconocerlo. Lo que sucedió es que la gente fue a votar. Ignoro si lo hizo comprendiendo o no comprendiendo qué es lo que había pasado, conforme o disconforme con el hecho de que las primarias se habían desnaturalizado, que ya estaban las candidaturas preseleccionadas, pero la herramienta en sí misma, la tarea de votar, fue ejecutada, y esto debe ser dicho, porque ciertamente nadie puede llegar a conclusiones acertadas si parte de presupuestos falsos.
¿Pero qué pasó, además? Cuando uno dice que el triunfo de la Presidenta fue rotundo, está hablando ciertamente de números que son notables. Pueden trazarse tres o cuatro perspectivas en este sentido para comprender el panorama.
Los porcentajes de aprobación para la Presidenta son especialmente contundentes en las zonas o distritos en donde la pobreza y la dependencia del Estado Nacional son más evidentes. Esto no quiere decir que no haya habido voto a favor del Gobierno en zonas mucho más favorecidas, porque lo hubo, de lo contrario no podría haber habido la mayoría que se produjo.
Pero el oficialismo acumuló una cuota decisiva e inalcanzable de ventaja cuando uno advierte que en provincias como Formosa el 70% de la gente votó por Cristina y aquí nomás, cerca de la Capital Federal, en José C. Paz por ejemplo, el 70% votó por el oficialismo. Se trata de lugares cuyo nivel de subordinación o de dependencia del poder federal es poco menos que total. Insisto, esto de ninguna manera se propone desacreditar o referirse peyorativamente a lo que fue el triunfo político del kirchnerismo o cristinismo, como se lo quiera llamar.
En otro orden de cosas, también es cierto que ha jugado muy a favor, como muchos lo han dicho y no puedo menos que asociarme a esa perspectiva, la percepción de que en un momento en donde las variables parecen estar bajo control, es mejor que sigan bajo ese mismo control. Propongo, en ese sentido, una mirada en todo caso inquisidora.
Es cierto, ha habido ratificación, ha habido respaldo. Repito, es indudable que así ha sido. Pero también hubo mandato, también hubo asignación de tareas, también hubo un “¡háganse cargo!”, también hubo “te voto, pero para que me resuelvas, no porque pienso que ya todo fue realizado”. De ese lugar se podría decir que se pensó así: “te voto aunque hay inflación. Te voto aunque no hay la seguridad que yo quisiera. Te voto aunque hay más corrupción de la que me interesaría. Te voto aunque la pobreza sigue siendo en la Argentina insultante, por lo enorme”. ¿Cómo sería, se preguntan ustedes? Me lo pregunto yo. ¿Cómo te voy a votar si no estoy de acuerdo con la totalidad de los resultados del Gobierno? Y acá interviene el factor exógeno. ¿Qué tengo del otro lado?
Yo no me voy a asociar a la campaña que ha hecho su presencia en varios medios, de acuerdo con la cual la oposición ahora es la depositaria de todos los males y de todas las responsabilidades, como si la sociedad fuese realmente una masa de personas completamente exenta de toda responsabilidad.
Los argentinos hemos votado en varias ocasiones en acuerdo con un sistema que percibíamos que no era sustentable en el largo plazo, como durante ese período paradigmático que es el de la convertibilidad. Y en dictadura militar, “la tablita” o “la plata dulce” de la década del ‘70 entusiasmó a mucha gente hasta que se produjo la calamidad de las Malvinas.
Quiero decir, la actitud es conservadora y esto lo han dicho inclusive algunas firmas del oficialismo en los medios adictos. Acá ha habido un voto destinado a conservar lo que se percibe como “bajo control”, un gobierno que tiene todo “bajo control”. En ese “estar bajo control”, hay mucho de ausencia de opciones ó alternativas, pero también es cierto que hay mucho de valores morales. Hay muchas decisiones profundas. Y hay mucho que ya vimos en el ‘95, hay mucho de decir “yo lo voté pero nunca lo diré”. Hay mucho de voto vergonzante.
Pero en definitiva me quedo con la idea del mandato. Con la idea de asignación de tareas. Con la idea del encargo, o si quieren, para usar una palabra de todos los días, con la idea del “delivery”. Se le ha dado un enorme encargo al Gobierno. Que ni siquiera el propio oficialismo sospechaba que iba a tener esas dimensiones.
En muy corto plazo, inclusive de cara al 23 de octubre, se advertirá si ese encargo es bien asumido por el Gobierno o implica el fantasma tan temido y para nada absurdo ni inimaginable de que pretenda interpretar este voto rotundo, del 14 de agosto, como un cheque en blanco que, en definitiva, ojalá sea así, la sociedad no ha firmado.
©pepeeliaschev
Emitido en FM Identidad